viernes, 22 de noviembre de 2019

Escritos musicales - Leonard Cohen: "Thanks for the Dance" (2019)



Valoración: matrícula de honor



   No sé cuántos conciertos he visto a la corta edad de 24 años. Más de cien. Cantidad y aún más calidad. Música, generalmente, internacional. Heterodoxia artística, buceando en géneros musicales con tanta disparidad y libertad como el que navega en la red en busca del conocimiento infinito. Sin cerrarme ni atarme a modas o prejuicios. Y, aunque él fuese el tercero al que vería, aunque él fuese el primero en morir cuando ya llevaba años escuchándolo con devoción y viendo conciertos de los mejores, siempre, desde el primer instante prácticamente, sentí un espasmo casi cerebral; un crujido flamenco y enraizado en lo más hondo de mis entrañas españolas. Nunca, jamás, ha bajado de mi Olimpo pasional, personal.

   Llevé años escuchando con intensidad y una inclinación a caballo entre el delirio y el arrebato la trilogía final formada por “Old Ideas” (2012), “Popular Problems” (2014) y “You Want It Darker” (2016). Cada uno una obra maestra, magna, tremendamente abisal y contemporánea al mismo tiempo. Como el arte más vanguardista rebautizado por la pureza prístina de las primeras civilizaciones edificadas en doctrinas panteístas que interpretaban y reinterpretaban el mundo, reflexionando sobre él. Cada una mejor y más docta que la anterior.

  No negaré que el disco que más escuchaba –y que además ha sido uno de los discos que más he escuchado jamás– fue el recopilatorio “The Essential” (2002 y publicado también un 22, como hoy se ha publicado su álbum póstumo), que contiene sus más emblemáticas, bohemias y comerciales (entiéndase en un sentido poco peyorativo) canciones. Los increíbles directos “Live in London” (2009), “Songs from the Road”, (2010) y “Live in Dublin” (2014) -cuyas reinterpretaciones musicales, en muchas ocasiones, me parecían aún más sublimes que las declinaciones abisales de su voz en las grabaciones de estudio- formaban una trinidad aún más frecuente para mis sentidos que la sucesión de grabaciones finales. Sí, la banda que llevó sus últimos años de vida, que lo acompañaba y arropaba cada noche de despedida, era sublime. Pero siempre he nombrado a Javier Mas como el posible mejor músico y guitarrista que he visto nunca.

 No es ahora el momento para nombrar guitarristas, tanto virtuosos como carismáticos, norteamericanos o británicos, eléctricos o clásicos. Pero este hombre, capaz de arrancar sonidos únicos, de hacer hablar a la guitarra española, la guitarra de doce cuerdas, el laúd, el archilaúd y la bandurria, me enamoró musicalmente de tal manera que incluso le ponía sus punteos e improvisaciones a mi abuelo malagueño, flamenco de corazón. Nombrar antes a Javier Mas que a Leonard Cohen, es precisamente el núcleo de mi reflexión sobre el nuevo trabajo. Lo he hecho así porque es eso lo que resalto de “Thanks for the Dance” (2019), al margen de que me parezca incluso más perfecto y precioso que mi adorada trilogía final. Llevaba años soñando con un disco de Leonardo en donde Javier tuviese un protagonismo tan alto y esencial como en ciertos momentos del “Grand Tour” (así se tituló en 2015 su hasta ahora último álbum en vivo). Ha sucedido por fin y ha sido tan bueno, tan intenso, tan efímero…

   No sé qué más puedo decir. No sé si quiero decir algo más. Es un trabajo corto, póstumo, preciso, fino, elegante, sobrio. Soberbio, como todo en Cohen. Ay, Leonardo… Llevo semanas escuchando de nuevo a Nick Cave, uno de mis músicos favoritos. Le vi en 2015 y le toqué la mano izquierda. Es de lo mejor que he visto nunca en directo. Pero Cave es tu hijo. Tu hijo más aventajado, tu mejor heredero musical. Pero tu hijo. Decías cuando le dieron el Nobel a Dylan que el mero hecho de dárselo al judío errante era “como ponerle una medalla al Everest por ser la montaña más alta”. Creo que esta última danza es como bailar en el Monte Olimpo de Marte, la montaña más alta del Sistema Solar. Gracias Leonard.





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