lunes, 26 de octubre de 2020

Escritos musicales - Bruce Springsteen: Letter To You (2020)


   ¿Pero esto qué es? ¿Esto qué es?... ¿ESTO QUÉ ES? En el transcurso que iba de 2012 a 2014 estaba convencido de que Bruce Springsteen -al menos el Bruce que iba del 73 al 81 y los discos recopilatorios de descartes "Tracks", "The Promise" o "The Ties That Bind: The River Collection"- era el mejor músico y compositor de la edad contemporánea. Ahora no está ni en mi Santísima Trinidad, formada por Bob Dylan, Leonard Cohen y Van Morrison, y precisamente por todo lo que vino después del 82, cuando el auténtico Bruce murió como artista y como músico y de sus cenizas emergió el titán del rock de estadio en que se convertiría, devorado unánimemente por todos los demonios que al mismo tiempo que llenaban su cuenta corriente despojaban de todas las musas al que una vez fue, y durante una década, el más grande. No es una exageración afirmar que esa sucesión de discos que conformaban sus primeros nueve años y la inmensidad de descartes gloriosos que emanaban de las sesiones de cada uno de ellos me retorcían el corazón aún más que la inefable progresión de grabaciones de los últimos Beatles (desde "Rubber Soul" a "Abbey Road") o los mejores momentos de Dylan, cristalizados en cumbres inigualables en la música moderna como "Highway 61 Revisted", "Blonde On Blonde" o "Blood On the Tracks". 

   Pero Dylan, cuyos trabajos de estudio desde el 97 ("Time Out of Mind", "Love and Theft", "Modern Times", "Together Through Life", "Tempest" y "Rough and Rowdy Ways") resultan una progresión de sobresaliente tras sobresaliente y en todas sus décadas, -incluida en la defenestrada e infravalorada que se desarrolla en los 80-, se pueden encontrar discos y creaciones de una calidad única que sólo Robert Allen Zimmerman puede lograr; o un Leonard Cohen cuya trilogía final ("Old Ideas", "Popular Problems" y "You Want It Darker") roza el cielo y su obra anterior no baja de esa altura sublime; incluso un Van Morrison celestial y soberbio hasta en el decurso de su vida, tras unos setenta, ochenta y noventa gloriosos donde se funden los estilos y uno paladea con todos los sentidos una música onírica plagada de maravillas que son capaces de torcer el tiempo y unas últimas dos décadas en que, aunque se haya acomodado y muchas veces sientes que estás escuchando la misma canción, no baja de una claridad meridiana a través de unas composiciones de calidad indiscutible -"caviar sonoro" he calificado siempre al ingenioso cosmos musical del norirlandés-. 

   Nada de eso le pasó a Springsteen. Ni remotamente parecido. Tras "Nebraska" llegó el disco que rompió todos los récords y le abrió la puerta de todos los estadios de la tierra. El mundo entero aclamó un disco cuyas canciones, a excepción de un par de ellas, palidecían de una manera asombrosa respecto a las centenares de maravillas de antaño, proyectadas encima con una producción hortera y cochambrosa, signo de los tiempos en que fue bautizado. Le siguió un disco mucho mejor como es "Tunnel Of Love" pero que seguía resultando absurdo del músico que fraguó prodigios como "The Wild, the Innocent & The E Street Shuffle", "Born to Run" o "The River". Se casó, tuvo hijos, se hizo millonario y sacó discos bastante decentes, cuyas versiones con la E Street Band (como el "Local Hero" de Leeds en 2013 o el "Roll of the Dice" de Uncasville en 2014) presagiaban que podría haber salido de ahí algo mucho más digno; luego, regresó a los terrenos áridos, austeros y crudos de "Nebraska" con un gran disco como "The Ghost Of Tom Joad" y más tarde, lo inevitable: vuelta al gran teatro del mundo con la E Street Band y unos discos mediocres y cortoplacistas que satisfacen de manera muy infrecuente -"una vez al año no hace daño" me refiero a ellos siempre-. Curioso que muchos pensemos, entre los que me incluyo, que lo mejor que hizo en el siglo XXI fue "We Shall Overcome - The Seeger Sessions". Irónico a más no poder que precisamente ese fuese un álbum de versiones. Eso lo decía todo. "Magic" o "Wrecking Ball" parecían estar un pelín más cerca de la frontera de su glorioso pasado pero, seamos sinceros, siguen siendo discos menores y que llevo años sin oír. 

   Entonces surgió el milagro: "Western Stars". La polarización con este regalo del destino es asombrosa: hay gente, -mucha gente, muchos fans- que lo tilda sin tapujos de ser una basura pseudo-country, artificial, engañosa, vulgar y convencional, y otros (entre los que me incluyo sin el menor género de dudas) que fuimos hipnotizados hasta el tuétano con un pasmo protentoso ante una preciosidad inesperada que desgraciadamente no tuvo una gira con una conjunción de músicos ajena a la E Street Band como la que interpretó formidablemente el disco en su totalidad y orden en una filmación que acabó saliendo en cines -versión, por cierto, mucho mejor a juicio de demasiados corazones afines al mundo de la música, con arreglos musicales preciosistas y tejido por una red de músicos que conducían la encadenación de canciones por aguas clásicas, hilvanadas con retazos folk, country o incluso de un pop absolutamente exquisito, elegantísimo y frugal-. Pronto llegué a considerar a las estrellas occidentales las más brillantes constelaciones Springsteenianas en años, décadas incluso; desde "Tunnel Of Love". Pero nada me hacía elevar las expectativas repentinamente y ni en lo más proundo de mis sueños vi venir una explosión cósmica cegadora cuyo rayo me fulminaría en pleno 2020 como aquel Bruce primero del cual me enamoré. 






   Quizá el punto de partida sea la clave para contar historias tan profundas y verdaderas como la obra que ha dejado Bruce Springsteen para la posteridad. Rastrear con lupa de entomólogo las huellas de Springsteen a lo largo de cinco décadas es arriesgado y cada mente y corazón desembocaría en un mar de distinto país, de dispares coordenadas geográficas. Pero la opinión de los más sabios en esto de la música popular (término que detesto por resultarme en cierto modo despreciativo y arrogante, a pesar de considerarme un melómano absoluto que ama la música clásica muy por encima del resto de músicas de cualquier espacio y cualquier tiempo) realizan una valoración afín a la mía y consideran de una forma sólida que el Springsteen que de verdad merece estar ahí, junto a Dylan, Cohen, Morrison, Young o los Beatles, The Band, Pink Floyd, Queen o los primeros U2 es precisamente el que surcó el mundo en sus primeros años. El resto es una sombra, muchas veces alejada y mediocre que apenas se puede identificar con aquel joven Bruce que quería comerse el mundo y que, a su manera, lo hizo. Sé que muchos fanáticos, cegados por la pasión, discrepan sardónicamente de juicios así. Eso está bien, todos perdemos la razón con algunas cosas, pero hay que ser consciente de la realidad de lo intangible, a pesar de la subjetividad, a priori, del arte musical. 






   Realizar un perfil sintético y sublime de las apariencias mentales de ese primer Bruce en mi propio cerebro que logre conjugar a la perfección con la valoración de los más doctos es algo que ya habrán escrito muchos y mucho mejor y además me resulta difícil. Es imposible reflejar sentimiendos de una hondura tal como los que subliman de la escucha atenta de "New York City Serenade", "Jungleland", "Racing in the Street", "Drive All Night" o "Incident On 57th Street". Tengo claro que, en su conjunto, la obra de Springsteen ya no me conduce a los mismos rincones de la mente que en el pasado, como continúan haciéndolo la de Bob Dylan o Leonard Cohen o Van Morrison o Neil Young, pero sí pienso aún que la selección de las diez o veinte mejores canciones de Springsteen es aún mejor que la misma antología de canciones de los Beatles, Dylan o cualquier otro. Quizá ese fanatismo ilusorio sea ahora el que me ciegue a mí; es una afirmación quizá innecesaria y puramente subjetiva, pero sólo hay que escuchar los milagros sonoros citados o el "Kitty`s Back" de más de quince minutos de la versión en directo -hay un pro-shot magnífico de Perth en 2014 pero que, a mi juicio, no es la mejor interpretación de esa gloria fastuosa y sublime que ha hecho la banda en las últimas dos décadas-, o los descartes (incompresibles) tan sublimes como "Stray Bullet" o "The Fever" o "Thundercrack" o "The Promise" o incluso "Frankie" y "Restless Nights" y "Zero and Blind Terry". Y es que la razón de que recalque de manera tan obsesiva y neurótica su pasado en un escrito sobre su nuevo disco encuentra su argumento en los párrafos siguientes: 







   1 - "One Minute You're Here": la primera bala del disco resulta sorprendente en el mejor de los sentidos: es arriesgado abrir un disco así, dominado por el auténtico sonido de la E Street Band, por fin retornada de un ostracismo demasiado largo con décadas de grabaciones de estudio en que ya no sonaba a la E Street Band original, esa que fue considerada la mejor banda de rock de todos los tiempos (afortunadamente en directo siguió sonando casi tan bien como antes), aquella E Street Band verdadera e indómita, la innegable y probada por medio mundo como la banda definitiva en directo, cuyo director de orquesta (porque es una jodida orquesta de música moderna) no es sino el llamado "Jefe" unánimemente por todos los medios de comunicación del planeta y por todos los amantes de la música, desde los arcaicos y rancios que se quedaron en los sesenta y setenta a los a veces intransigentes y estúpidos aficionados de sonidos más duros como el metal y sus cuasi infinitos subgéneros pasando por los adoradores de los sonidos mainstream o los enamorados de la música más minoritaria y selecta. 

   Pero aquí estamos, ante una canción rabiosamente genial que abre el disco con un sonido que primero evoca a los desérticos parajes de la américa profunda tan bien narrados en "Nebraska", "The Ghost Of Tom Joad" o "Devils & Dust" para luego rememorar el refinamiento y la finura musical de "Western Stars" y revivir y fundir ambas identidades en una canción corta y sobria que emana belleza y contención al mismo tiempo y también asombro sensitivo. Valoré muy positivamente la pieza desde el primer momento. Automáticamente la amé, a pesar de recordarme en exceso (y quizá por eso) en la sucesión estructurada en tríada de "baby" a una de mis canciones favoritas de U2 y de todos los tiempos: "Ultraviolet (Light My Way)" -sólo en esa secuencia-. Istantáneo fue el flechazo con esta delicada pieza que abre un disco que me ha dejado en shock y cuyas razones detallaré lo mejor posible a continuación. 

   2 - "Letter to You": la hagiografía se desvanece temporalmente aquí. Y es curioso que así suceda en la canción homónima al disco y en el primer single que salió, pero como muchos sabemos, las canciones más radiables, mediáticas y conocidas que suelen formar los singles, suelen ser las peores del disco que en teoría representan. No obstante sé que a muchos encantará ese especie de puente entre dos geografías lejanas, entre lo acústico y lo tenue y de improvisto los baquetazos del sublime Max Weinberg (uno de mis baterías favoritos de todos los tiempos y todos los estilos) abriendo una canción de rock puramente Springsteeniana pero con un denominador que tiene más en común con los singles y los pop/rock estándar del Bruce del siglo XXI y su rácana y hasta cutre E Street Band de estudio de los últimos veinte años. Es una canción, a mi juicio, ordinaria. No está mal, pero tampoco es memorable. Es buena, pero, ¿cuántas canciones simplemente buenas, a secas, caen en el olvido con el decurso de los años? La inmensa mayoría.

   Incluso sus equivalentes de otros tiempos ("The Rising", "Radio Nowhere" o "Wrecking Ball") me gustan más sin parecerme ninguna de ellas algo que pueda soportar el paso del tiempo como "Blinded By The Light", "Rosalita", "Born to Run" o "Badlands". Claro, no te jode pensaréis muchos. Pero... ¿Y "Key West (Philosopher Pirate)", "'Cross the Green Mountain", "Thunder on the Mountain", "Beyond Here Lies Nothin'", "Tempest" o "Come Healing", "Lullaby", "Did I Ever Love You", "Born in Chains", "You Want It Darker", "On the Level", "Steer Your Way" o "Dark Night Of The Soul", "The Prophet Speaks", "In Tiburon", "Holy Guardian Angel", "Mystic of the East" o "Retreat and View"? Que no, coño, que no. Que "Letter To You" es una canción normalita, para saltar, para cumplir, con unos buenos baquetazos que levantarán a un estadio pero ya. Y si eres tan fanático de Springsteen que incluso algo así te parece buenísimo es que no tienes ni puta idea de música. Ah, y es un semiplagio de "Land Of Hope And Dreams", una de las mejores canciones del Bruce de los últimos tiempos. Sólo que con un sonido hiperinflado, artificial, vulgar. La batería de Max y las aportaciones (qué lástima más grande que sean tan roñosas y tacañas) del piano de Roy la salvan del insuficiente. Pero por poco.

  3 - "Burnin' Train": creo sinceramente que es de lo peor del disco pero, aún así, supera ampliamente a la anterior. Me parece curioso que la tercera canción del álbum lleve la palabra "Train" en el título como hacía la tercera del etéreo "Western Stars". No sé por qué, pero me recuerda a la etapa más desenfadada y festiva de Springsteen. Del Springsteen bueno. Me lleva a ciertas partes de "The River" y a los grandes momentos de "Human Touch" y "Lucky Town". Está bien, desde luego, pero me sigue sin parecer una maravilla. Una canción aceptable. Pero es ese desparpajo puramente auténtico que lleva la esencia más pura de Springsteen y la E Street y esas guitarras afiladas lo que harán de ella, espero, una buena canción en directo. Me encanta el final con Max en primer plano. 

  4 - "Janey Needs A Shooter": y es precisamente Max el que abre esta puta barbaridad y Charlie, sustituto del malogrado y amado Danny, continúa elevando la canción hasta las grandes cumbres musicales que Springsteen frecuentaba con tanta frecuencia, joder. Cómo se nota que, en realidad, es de los 70. Vale, tenemos a la prima fea de "Land Of Hope And Dreams" en "Letter To You" y aquí a la suegra de "Darkness On The Edge Of Town" haciendo la tijereta con "Atlantic City" en su versión en directo con la E Street. Vale, ¿y? Si el resultado me pone tanto, pero tanto, como hacía años que el señor Springsteen no lo hacía (qué coño: décadas), lo recibo con los brazos más que abiertos y dejando de lado, en lo posible, la intelectualización. Esto es más que suficiente. Mucho más de lo que nos esperábamos muchos. Sólo por esta canción merece la pena el disco, y aún vamos por la cuarta. 

  Pero es que ahí reside su esencia, la gran clave de esta canción: esa faceta de auténtica camaradería, de auténtico poder juvenil, de aquellos momentos de éxtasis de la E Street Band de finales de los 70 y principios de los 80. No exagero en absoluto si digo que esta regrabación es mucho mejor que cualquier canción del Springsteen post 82. Qué maravilla, qué pasión, qué orgía sensitiva. Este es el auténtico Sprignsteen coño. Esta es la auténtica E Street Band. Aun habiendo conocido de antemano los resultados de las regrabaciones de Springsteen en canciones antiguas como en el fabuloso "The Promise" el resultado aquí me enloqueció de una manera eléctrica e implacable como un torrente sin fin de fiesta, que en oleajes de puro rock va estructurándose en torno a la frase "A man who knows her style / The way that I know her style" hasta dirigir a la E Street Band hacia un auténtico ciclón musical que directamente eriza la piel y arranca despiadademente las lágrimas. 38 años hacía que una canción "nueva" de Springsteen no alcanzaba un clímax así. 

  5 - "Last Man Standing": no sé cuál hubiera sido la mejor manera de continuar algo así; si nos introducimos a lo más profundo de los sueños más húmedos de los fans de verdad de Springsteen y su banda quizá una buena idea hubiera sido una canción absolutamente nueva cuya composición igualase en calidad a sus mejores creaciones, pero eso es demasiado soñar, tratándose de Springsteen. Que nadie se espere un "Key West (Philosopher Pirate)", porque no lo hay. Dylan sigue creando obras maestras indiscutibles. Pero Dylan es el más grande en este mundo de la música moderna. Aun así la canción a la que corresponde el dudoso honor de continuar la orgía no fulmina el éxtasis de Janey y su pistola. Me evoca profundamente a la etapa de "Magic", el disco más válido del Springsteen contemporáneo según muchas voces autorizadas. Parece un descarte de ese hipotético mejor trabajo del de Nueva Jersey con la E Street del siglo XXI. Si es así, está bien tirado. Es inteligente realizar esta artimaña justo después de hacer lo propio pero remontándose más de 40 años atrás y no 13. Es una buena canción.

  6 - "The Power Of Prayer": quizá es que siento debilidad por el piano, por las canciones delicadas y profundas, lentas y melancólicas; quizá sea justamente por eso que esta canción me ganó prácticamente desde la primera vez y parece no decaer en las sucesivas escuchas. He leído críticas que hasta la han calificado de "ñoña". Bueno, todos sabemos la frase aquella de los colores y los gustos. Ñoño me parece la sucesión industrial y artificial de pseudomúsica que triunfa en los medios y en las radios. En España, mi país, los "músicos" más mediáticos y celebrados de los cuales mantendré por respeto sus nombres en el anonimato (pero no hace falta que los nombre) sí que son ñoños y vacíos. Pura azúcar. No me explico cómo semejantes bazofias triunfen sobretodo en mujeres y en chicas, cuando muchas son más avispadas que los hombres. 

 7 - "House Of A Thousand Guitars": la unión con la anterior representa una lógica musical harto inteligente. Me llama poderosamente la atención como ha sido vanagloriada a través de las redes sociales porm Springsteenianos conocidos y cuyo criterio respeto profundamente y admiro. Confieso que, aún gustándome a la primera escucha y aun habiéndola dado todas las oportunidades posibles en este intervalo de tiempo, no logro comprender la magnificencia de la canción, aun pareciéndome muy buena, y sin duda alguna una de las mejores composiciones realmente nuevas del álbum. 





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